Mis pueblos



Nací hace muchos años en Jiménez de Jamuz, pueblo querido de la provincia de León (España).
Cuando salí, la señora Carola (comadrona) me atizó una horrible azotaina en mi culo y en las plantas de mis pies.
Yo hubiese preferido seguir adentro en mi huevo, porque era calentito y se dormía allí muy bien, pero me venció la curiosidad, y salí...
Quise volver y me negué a respirar porque aquí afuera hacía mucho frío. Había una gran nevada (según me contaron) y la manada había ido a la misa, era domingo.
Pero, pero los azotes me obligaron a llorar.
Yo llevaba viviendo desde hacía nueve meses oculto en mi huevo, desde abril o mayo del año anterior.
Era el día dieciocho de enero del año mil novecientos cuarenta y ocho. Y así empezó mi historia.

Mis primeros recuerdos giran en torno a los cambios en mis residencias.
Pasaba el mayor tiempo en Cebrones del Río durante el otoño, invierno y la primavera, donde ejercía mi padre como maestro nacional en la escuela, el verano eran los tiempos de mis abuelos maternos donde nací. Atravesaba muchas veces Torres de San Juan, San Martín, Villanueva de Jamuz con su castillo de Don Suero donde era mi padre y mis abuelos, Santa Elena, mi ayuntamiento, y la capitalita de todas estas aldeas La Bañeza.
Eran cursos fríos, pero las vacaciones ofrecían días calurosos. Los bordes de las aguas tenían muchos chopos, lamiendo las orillas, en el río Órbigo, con truchas, barbos, bogas, tencas, canovas, alguna nutria, o las del Jamuz con sus ranas cantarinas. Los campos tenían plantas como remolachas, alubias y trigos amarillos en lontananza.

Tenía siete hermanos, casi todos pequeños. Mi padrino era Pepe “Carpantín” y mi madrina Ninfa. También tenía muchos amigos como Gaspar “Molina”, gran cantor, aprendiendo a manejar la rueda con sus barros y cacharros, Pepe “Pardal”, Tinuchi ”Carrera”, Angel ”de Mariano”, Vicenta “Cachina”, Gelita “del Terrible”, Vicente “Pupo” , Lola “Escribienta”, Tiburcio “Machorra”, Nieves “Trampolas”, Nardo “Teleno”, Aquilino y Patricio, David hijo de ”Felix Marica”, Camilo “Golines” hijo del “Capador” etc etc.
De joven leía con D. Gregorio Salvador, profesor de Literatura (con el tiempo miembro de la Real Academia Española) en sus clases del “Insti” de Astorga -Astúrica Augusta- a los poetas como F.GªLorca y otros como nuestro paisano Leopoldo Panero. Mi catedrática de latín era la señorita Elvira (¿o Angelica?), una gallega que nos abandonó con las Clarisas --monjas de clasura-- y apadrinó a Isabelina, hermana de mi primer amigo Nisio o Dionisio. Allí conocí a varios amigos como Míguel hijo del "Pellejero", Fausto Benito "de la Farmacia", Luis "Balubo o el rey de las Balubas", la guapa Carmina Martínez P., Iñaqui Perez J., Arquitecto, y Angel Blanco "Andindo", colegas estos últimos en un conjunto musical, Helechos, Jaguars, mas tarde conocidos en Madrid como Los Rolls.
Después fuí a Salamanca, donde estudié en la Universidad entre las hermosas estudiantes de Filosofía y Letras y sentí a Calixto y Melibea sobre la antigua muralla a los pies del río Tormes y me perdía entre los apuntes sobre los cadáveres color entre siena y ladrillo, entre las tertulias de Julián Rus, que nunca llegó a ser presbítero, aunque sí creo la presbícia con el tiempo, Pedro Martínez, siempre enamorado, y Eduardo Novo, tan agradable.
Tres parpadeos después conseguí ser becario y me fuí a Zaragoza, terminando mis tiempos de la licenciatura en medicina y donde conocí a Dolores (Lusa) entre el Cabezo y las luces de nuestros amaneceres con los Beatles cantando que nada era real cuando se atravesaba un campo de fresas “Strawberry Fiels Forever” y soñamos en invierno y disfrutábamos de ellas en primavera en el mayo florido, para siempre (“ever, forever and ever”); tanto amor verdadero, tanta delicadeza, unida a tal capacidad de simpatía con el entorno descrito impregnan las cosas y el alma están aquí fundidas. En otros cuatro parpadeos nos regaló con una preciosa Lusina, llorando y "pissando" lo que podía, como hacía a Paco Doñate, compañero "cum pane", mas tarde catedrático de Anatomía.
Rioja era una tierra donde el maná aparecía cada día, la leche salía en las ovejas, la miel surgía con abejas, era tierra añorada con sus espárragos, pimientos, uvas, tierra de Vicente Marijuán con su niño guapo pero “auto-despistado”, autista. Allí tuve mi primer trabajo, en Tricio (Nájera), como médico titular y empecé a sudar mi frente, antes no, con los “broncas”, toses, tripas, “pendis”, “diabetis”, huesos, “artitis”, colesteroles y demás, con perdón.
Aprendí también muchas cosas, paisajes y mares en Gijón.
Un día que andaba en un largo paseo me encontré con el escritor Delibes, charlando en camino de Valladolid a Palencia, ganando una apuesta a mis colegas para una ONG. Otro día estaba en Burgos jugando con “la nieve, niños, la nieve, baja la nieve por Quintanar de la Sierra danzando viene”...mientras disfrutaba con la luz blanca con una poesía de Gerardo Diego, o con el recuerdo a Antonio Machado, enamorado, --“¿No ves, Leonor, los álamos del río con sus ramajes yertos?...”--, plantas y los cielos en Soria, lo bucólico y lo romántico de los campos sorianos donde permanecen las ruinas de Numancia. Volveremos un día a las fuentes del Duero, subiendo al Urbión y regresando por la Laguna Negra...
En aquellos tiempos anduve viviendo en lugares como en Málaga, donde hice el doctorado cum laude, y otros muchos lugares como La Palma, donde conocí a Bernard Gabele y Birguita, Juan M Conejero, perdido en New Jersey.
Descubrí al oeste de León donde se encuentran situadas unas antiguas minas de oro que, en su tiempo, explotaron para los romanos, las Médulas, indicando nuestro destino camino atlántico en tierras de Julián Barrio, arzobispo, amigo de infancia, cuando cantábamos en la scola de la catedral de Astorga; Angel-Benito, pianista, licenciado en Económicas, de San Román de la Vega; también da clases como catedrático de microbiología en la Facultad de Farmacia, Tomás G. Villa, otro de Astorga, viejo rockero, y perdí mis mañanas entre las bonitas levaduras; Lusina (Doly García) hizo la licenciatura en matemáticas, todos ellos en Santiago de Compostela.
Ahora paseo en La Coruña muchos caminos cada día, repletos de pequeñas historias, plantas silvestres, luces y contraluces, haciendo fotos mientras ando al lado del mar o voy a mi casa del interior, a las plantas litorales, silvestres, jardines, arbustos y árboles y en particular las flores, que se han deleitado por la estructura, el delicado colorido, la fragancia, los frutos ricos, o por los contrarios hostiles por sus purgas y hasta venenos, pero muchos mitos y leyendas aparecen como espíritus benéficos o maléficos, en forma de elfos, demonios, gnomos o hadas.
Hoy soy un jubilado con alegría (cum jubilum) y me han elevado a la categoría de Ilmo. Sr. Dr. como otros, caminando cada mañana y dejando mis huellas de un pié un poco “arrastrao”, que huele y luego algún perro lujoso de la ciudad me ha mordido, eso sí con la empatía que es una habilidad que unas neuronas nos permiten en nuestro “big bang cerebral”. Por ello recuerdo a María, Matilde, Francisco, Águeda, Julián, Isabel, Blanca, Tomás, Jaime, Manuela, Manuel, etc y observo a los hijos de la “primada” -los García- que invaden otros mundos: Inglaterra “la pérfida Albión”, Canadá de “la policía montada”, “la dulce” Francia, “la cuadrada” Alemania, incluso al “extremo oriente” conquistando a Mayu-ko con ojos almendrados y quizás seamos los últimos silvestres, camino de las camelias (“Camellia japonica”) como el último "rey" David Rigel, antes de que vengan los primeros clones, dejando también a nuestras plantas, humildes, con sus olores, conocidas para los botánicos, con mis ojos y mi cámara digital...a mi manera, José T. García C.