Un tumbado “no es un holgazán, ni un neurótico, ni un simple enfermo imaginario y que un buen día opta por suspender su actividad social y se abandona espléndidamente a la inacción” según afirma Luis Landero.
“Sería normalmente un varón, por lo general laborioso y de espíritu manso y ejemplar, pero que un día sobrevendría por la mañana, a la hora de levantarse el indicio precursor aparecería un silencio tozudo a los requerimientos de la esposa que lo apremiase al desayuno”.
No es exclusiva de personas corrientes y anónimas.
El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti llevaba 15 años en la cama, cuando murió en Madrid el 30 de mayo de 1994, sin levantarse prácticamente nunca. El gran público conoció a Onetti como aquel escritor que escribía desde la cama, así que, cuando murió, lo único que hizo fue darle a su actitud carácter definitivo. Su postura hasta ese instante había sido solamente voluntaria, si es que voluntario es querer desentenderse por completo de lo que pasa en el mundo, escribe Julio Llamazares.
Tomó ejemplo de Valle-Inclán, a quien consideraba su maestro, y se pasó años entre sábanas convertido en pura literatura, reduciendo sus funciones vitales a leer, escribir, fumar tabaco y beber whisky. Incluso su perro se extrañaba cuando se incorporaba y le mordía la pernera del pantalón del pijama para que regresara al lecho.
Manuel Vicent llegó a especular que Onetti “tenía tanto respeto por la muerte que la estaba ensayando desde hacía tiempo”. Así, tumbado durante años, fue como el genial fabulador uruguayo repensó a sus perezosos personajes, que inventan historias de otros personajes, para poder ver la fugaz felicidad a través de sus sueños.
Marcel Proust y Vicente Aleixandre cerraron el ciclo de su creación literaria en el lecho. Y, también, tanto Unamuno como Valle-Inclán solían recibir a sus amigos acostados. Pero tampoco podemos olvidar que ha habido encamados de ficción-literaria, como Don Quijote, quien —al igual que su creador— pergeñó buena parte de sus aventuras en la cama.
Desnudo en rojo. Amadeo Modigliani
Algunos de estos encamados célebres alcanzaron la renuncia al esfuerzo físico en los tumbados en un proceso de inmersión en el que se diluye la disyuntiva entre meditación y contemplación.
La escritora Almudena Grandes ha mostrado interés por la experiencia de los tumbados. La confesión realizada por la niña protagonista de uno de sus relatos, por un lado resulta cuestionado el carácter supuestamente masculino del fenómeno y por otro cobra fuerza la herencia familiar o la pauta de conducta aprendida como factor determinante:
“Mi abuela no se levanta de la cama desde hace veintidós años. La timaron en una cooperativa donde había metido todos sus ahorros y nunca vio el piso, ni le devolvieron un céntimo. Lo de la cama nos viene de familia. Su padre se acostó después de la guerra y no se levantó más.
Mi madre lleva acostada once meses, desde que mi padre se largó de casa. Me hizo la faena más grande de mi vida, pero no creas que no le entiendo”.
Otra cosa es una tumbada. Aquí, el femenino se refiere de otra manera.
"Me siento tan relajada cuando estoy tumbada sobre el heno en un soleado día de verano, con las preocupaciones a kilómetros de distancia.
Me siento tan perezosa como el perezoso sol allá arriba.
Sólo quiero soñar con el amor, sin nada que hacer más que soñar contigo.
Vagueando tranquilamente con briznas de paja en el pelo. Pero no me importa.
Te quiero de un modo alocado y borroso, tumbada a la bartola todo el día".
“Lying in the hay” dice la canción de Arthur Young y su Hatchett Swingtette
Se diferenciaría del aficionado a la simple siesta (expresión latina de la hora sexta) que designaría al lapso del día comprendido entre las 12 y las 15 horas, momento en el cual se haría una pausa de las labores cotidianas para descansar y reponer fuerzas.
La meridienne. Jean François Millet
JUAN CARLOS USÓ, en "Ulises (Revista de viajes interiores), num. 8, 2006, pp. 92-96
LANDERO, L.: “Los tumbados”, en VV.AA.: Este mundo: diez relatos y un poema, Barcelona, Plaza & Janés, 1995, págs. 99-102, y “Tumbados y resucitados”, en VV.AA.: Con otra mirada. Una visión de la enfermedad desde la literatura y el humanismo, Madrid, Taurus, 2001.
JULIO LLAMAZARES, "Elogio del tumbado"
GRANDES, A.: “La amiga de Junior”, en El País Semanal, núm. 1.482, 20 de febrero de 2005, pág. 98.
ARTHUR YOUNG y HATCHETT SWINGTETTE: “Lying in the hay” ("Tumbados en el heno"), que viene a ser lo mismo que en español: "Tumbados a la bartola" que dice la canción de Stépahne Grappelly y Beryl Davis.